La
verdadera compasión no es para tibios. A veces te sacude como cachetada de
realidad, te pone contra las cuerdas y te obliga a mirar lo que no querés ver.
No siempre es dulce ni simpática—hay días que te parte la cara y te patea el
alma. Pero si no estás listo para ese fuego, capaz terminás siguiendo al gurú
de sonrisa fácil, que te vende paz en cuotas y te deja el ego perfumado.
La
compasión de verdad no te acaricia: te transforma...
