lunes, 9 de septiembre de 2024

He escuchado...

 


He escuchado...Había dos hombres de gran renombre como maestros del Sendero Recto. Ibn Halim relata que cuando fue por primera vez a ver a uno de ellos, cuyo nombre era Pir Ardeshir de Gazwin, le dijo a Pir Ardeshir: "¿Me aconsejarás qué hacer y qué no hacer?"

El Pir dijo: "Sí, pero te daré las instrucciones que te resulte muy difícil llevar a cabo, ya que irán en contra de tus preferencias, incluso si estas preferencias son a veces para la dificultad".

Ibn Halim pasó algunos meses con Pir Ardeshir, y descubrió que la enseñanza era realmente difícil para él. A pesar de que los antiguos discípulos de Pir Ardeshir eran ahora famosos en todo el mundo como maestros iluminados, él no podía soportar los cambios, las incertidumbres y las disciplinas que se le imponían.

Al final solicitó al Pir permiso para salir, y viajó a la tekkia del segundo maestro, Murshid Amali.

Le preguntó al Murshid: "¿Querrías poner sobre mí cargas que podría encontrarme casi intolerables?"

Amali respondió: "Yo no te impondría tales cargas".

Ibn Halim preguntó: "¿Me aceptarás, pues, como discípulo?"

El Murshid respondió: "No hasta que me hayas preguntado por qué mi entrenamiento no sería tan oneroso como el de Pir Ardeshir".

Ibn Halim preguntó: "¿Por qué no iba a ser tan oneroso?"

El Murshid le dijo: "Porque no me preocuparía por ti y por tu verdadero bienestar como Ardeshir se preocupaba por ti. Por lo tanto, no debes pedirme ahora que te acepte como discípulo".

La religión es tan simple como los peces nadando en el océano, pero el hombre se ha vuelto muy complicado. Es debido a la complejidad del hombre que la religión parece ardua. La religión no puede ser ardua porque es nuestra propia naturaleza. Está en nuestra respiración, está en los latidos de nuestro corazón, circula en nuestra sangre, es nuestra médula, nuestra alma misma. ¿Cómo puede ser difícil? La idea misma de dificultad surge debido a una noción equivocada.

Y los que van en busca se alejan cada vez más de la religión. Buscar es perder, buscar no es encontrar.

Buscar se vuelve cada vez más difícil; cuanto más lejos llegas, más difícil se vuelve, más frustrante, porque cuanto más esfuerzos haces para alcanzar a Dios, menor es la posibilidad de alcanzarlo.

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