domingo, 3 de noviembre de 2019

SINDROME DE VICTIMA FALSO Y O DE IMPOSTOR.


Pobrecito yo: la tendencia a hacerse pasar como víctima

En el mundo hay víctimas y victimarios. Pero a veces se nos escapa una tercera categoría, muy importante en salud mental, el victimista, es decir, la persona con tendencia a considerarse víctima o hacerse pasar por tal. El psiquiatra José A. Posada Villa cuenta de qué se trata.

Trastorno paranoide de la personalidad: hacerse pasar como víctima  La actitud de estas personas es pasiva e inconscientemente manipuladora. 
No dicen directamente lo que desean y prefieren quejarse. En vez de luchar por cambiar las cosas, se quejan de su mala suerte. Buscan llamar la atención buscando lástima mediante lamentos y quejas. Exageran y deforman situaciones y sus posibles consecuencias negativas. Suelen pensar mal de los demás. Ante un fracaso, se justifican y echan la culpa a otros o a las circunstancias. Se hacen las victimas para que se le reconozcan los méritos. Son prevenidos y de mala fe. Sienten placer al mostrarse como víctimas. Como se sienten víctimas, no ven necesario sentirse culpable. En últimas, hacen del sufrimiento su forma de vida.

La actitud de estas personas es pasiva e inconscientemente manipuladora, se vale del chantaje emocional y suele hallarse inmersa en una eterna e inactiva espera, de que el mundo reconozca su inmenso dolor y la injusticia que se ha cometido con ellos.

Es un rasgo común en el trastorno paranoide de la personalidad. En este, la sintomatología consiste en una tendencia generalizada e injustificada a interpretar las acciones de los demás como agresivas o amenazantes. Son personas que se sienten explotadas por los demás, desconfiadas, celosas, reaccionan a menudo de forma agresiva de una manera disimulada. Se calcula que entre 0,5 y  2,5 por ciento de la población general sufre de este problema. Estas personas raramente buscan ayuda profesional.

El papel de víctima se asume culpabilizando a todo y a todos de las cosas negativas que suceden con el objeto de obtener atención y disfrutar de la lástima de los demás. Las quejas y reclamos, en forma subrepticia, están transmitiendo un mensaje claro: sientan culpa. Son personas que van de mártires por la vida.

En general, cuando las personas enfrentan dificultades, buscan soluciones. Pero aquellas con victimismo, no lo hacen. Su talento consiste en encontrar excusas. Su comportamiento va dirigido a negar sus defectos y hacerle el quite a las responsabilidades.

Hacen uso de dos mecanismos: culpan a los demás de todo, adoptando el papel de víctima, mostrando lo injusto de la situación y se quejan de incomprensión e incluso persecución en su contra.

El victimismo consiste en defenderse de la ansiedad y del miedo, proyectando en personas y situaciones externas las situaciones difíciles de la vida diaria y la forma de lograrlo es mostrarse maltratados.
Pero como no todo el mundo entra en el juego, pueden llegar con facilidad al resentimiento, a la rabia o al deseo de venganza. Y esto lo logran agrediendo física o emocionalmente.

Sentirse víctima es fácil y permite usar el sufrimiento como recurso para influir en el comportamiento ajeno.

Este tipo de personas suelen criticar a aquellos que no les dan la razón, de forma que quien recibe la queja, lo percibe como una exigencia y si se niega, siente culpa o miedo a que el otro se moleste o lo rechace.

Generalmente tienen comportamientos pasivo-agresivos: se quejan, contrarían, postergan, se olvidan, sienten la vida como algo terrible, pero no se dan cuenta de que son ellos los que ponen obstáculos a todo, lo que pueda resultar gratificante. No cumplen los plazos de lo que deben hacer, se vuelven huraños, da la impresión de que trabajan con desgana o lo hace mal, protestan, sin motivo, aduciendo que los demás les plantean exigencias irrazonables, eluden cumplir con sus obligaciones aduciendo que ‘se olvidan‘, creen que están haciendo las cosas mucho mejor de lo que los demás piensan, se ofenden cuando los demás les aportan sugerencias útiles para ser más productivos, ponen obstáculos a la labor de los demás, para lo cual dejan de hacer la parte que les corresponde, critican o desprecian sin motivo a las figuras de autoridad.

Estas personas, de alguna manera, disfrutan de su sufrimiento e, inconscientemente, lo ven como un medio de auto-gratificación y (en cierta forma) de logro personal.

Generalmente no saben por qué lo hacen. Pueden estar buscando atención, así sea negativa, pues esta es mejor que ninguna. Es como si se dijeran: Soy miserable, por lo tanto, soy. Un oscuro y cruel deseo de infligir daño a las personas que les han lastimado es generalmente el núcleo de estos procesos.

Pero todo esto debe tener alguna ventaja. Para entender lo que está pasando, tenemos que considerar los aspectos positivos de ser una víctima. A pesar de la aparente miseria, hay beneficios asociados a desempeñar este papel.

La ganancia secundaria es todo lo que la persona obtiene, muchas veces de forma inconsciente, con su comportamiento: compasión, simpatía o ayuda de otros. Se siente bien cuando otros le prestan atención y le satisfacen las necesidades de dependencia.

El victimista no cambia a menos que reconozca su comportamiento como inadecuado y eso rara vez ocurre. La solución requiere que el victimista aprenda un patrón de comportamiento nuevo. Empezará a ver que incluso si no puede controlar lo que le sucede, siempre puede controlar sus respuestas.
Para romper la tendencia negativa y para escapar de la pasividad del victimismo, se requiere asumir la responsabilidad de los propios deseos y acciones a largo plazo.

La psicoterapia es el tratamiento de elección, si bien hay que considerar la gran dificultad que tienen estas personas para tomar conciencia de que su forma de comportarse está alterada, y que seguramente pensarán que las sugerencias de los que les rodean para que inicien un tratamiento entran dentro de un complot en su contra.

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